PRODUCTOS DE LA MÁS ALTA CALIDAD


 
                    Estoy seguro que eran marcianos, de verdad, tenían el mentón en forma de V, cabezones como yucatecos y una voz singular. No me crees, seguro que no me crees. Eso de viajar en metro todos los días te ha ido quitando la capacidad de sorprenderte. Como aquella vez que me contaste que un señor se vistió de mujer, y se metió a los andenes exclusivos para féminas. Su estrategia nunca iba a funcionar, eso lo sé por la foto del periódico publicada un día después de que me lo contaste.  Si solo se hubiera rasurado, habría pasado desapercibido, hay mujeres en las que la belleza se expresa de forma diferente. Seguramente vio aquella película de Tintan disfrazado de Odalisca, la numero 13 claro, conquistando a Capulina con todo y bigotazo. Otra historia, la de las mujeres discutiendo acaloradamente muy cerca de la línea “mantenga su distancia” amarilla. De repente se acerca el metro y una avienta a la otra, la cual a pesar de resistirse cae, no sin jalar a la atacante. No murieron gracias a la habilidad del conductor del metro que alcanzo a frenar. Ese día tus “productos de alta calidad” cayeron al suelo a pesar de tu experiencia en el Cesso abruptus del metro. Y todo por un macho mexicano que causo tal revoltijo entre las dos damas.

 

                    Este oficio tuyo de -bajo la voz-, vendedor ambulante en el metro, -regreso a mi voz varonil- me recuerda a mi primer viaje en tren, fue una experiencia increíble, tal evocación es como de un sueño estupendo donde puntualizas cada escena, cada momento, la llegada a una estación majestuosa, Buenavista. Mi percepción de esta grandeza tiene dos influencias, mis unopuntoquinceoveinte centímetros de altura a mis siete años, y la acción imaginativa de que los grandes acontecimientos, sobre todo aquellos que derivan en momentos oníricos, son recordados de forma fastuosa, como el primer viaje a Acapulco, que en mis sueños no lo hago en tren o en camión, sino volando, viajes largos y rápidos. Uno no sueña con volar a la esquina o solo volar por cruzar la calle como en aquella película entero dramática de Ismael Rodríguez que tanto te gusta por sentirte identificado.

 

                    La remembranza es por que en efecto, en ese entonces ya existían vendedores ambulantes, esos mercaderes nómadas de mi imaginación dicromática, eran unos maestros en su quehacer. Se adaptaban al ritmo de viaje de la serpiente emplumada de orígenes revolucionarios, dado que en aquellos ayeres los viajes no eran a la velocidad del internet.

 

                    Esta aventura comenzaba de madrugada. Comprar los boletos con el cuidado de no perderlos ya que implicaba una revisión posterior, aunque también existía la modalidad de pagar en el camino. Siguiente acto, aparición del boletero, singular personaje de gorrita y chalequito negro, si, como en las películas, pero región cuatro, momento perdido por la i-generación. El infante siempre quería ser participe de ese ritual, yo lo hago papá, yo lo hago, y el papá lo permitía. Momento posterior, encendido de motores. Empezaba con el corazón en suspenso, hasta que la emoción del ruido, ese grandioso ruido, caricaturizado actualmente por el tiiii del gusano naranja, te partía el alma. Lentamente, empezábamos a avanzar, el acto de la espera se convertía en una abrumadora emoción, que necesariamente debería ser manifestada con aplausos. Dejar la vieja ciudad de hierro, termino rockdriguezco, de aun de pocos pisos en su mayoría y luego empezar a visualizar el verde. Entonces hacia su aparición el personaje principal de esta historia, el vendedor ambulante.

 

                    El flujo de su andar, era de la parte trasera del tren al frente. Periódico era lo primero a la venta, La Prensa aún sin ser tan amarillista-sexista el más solicitado, el vendedor traía una camisola de drill azul muy gastado. Gran personaje, gordo, calvo y con mucha energía, dejaba corto al papelerito con sobrenombre Pirrín de aquella película de los mismos colores de mis recuerdos, con la abuelita de muerte dudosa y dientes extraídos voluntariamente Sara Garcia, la pasión de su labor aseguraba la venta de todos los periódicos.

 

                    Un rato después, aparecía el vendedor de tacos de guisado: bistec con papas, chicharrón prensado, moronga. Al intentar atrapar esos olores uno se daba cuenta de otro más que estaba ahí, uno de aspecto agrio pero que no disgustaba, los genes prehispánicos se manifestaban y expresaban aceptación, era pulque, en grandes garrafones de plástico. La descripción del taquero era la siguiente, mandil y gorra blanca, un enorme vendedor, gordo y con poco pelo, acaso seria un requisito para ser vendedor ambulante. Al empezar con el anuncio de la venta, por la manera en que cantaba los sabores, mi espíritu detectivesco hizo su conclusión, era el mismo vendedor. Pausa y recuperación.

 

                    Porque no me crees, si yo lo vi con mis propios ojos, eran marcianos, no te puedo mentir, aunque tienes razón, no puedo asegurar que eran de marte, por lo que mejor diré que eran extraterrestres. Y te lo puedo afirmar ya que desde niño desarrolle mi capacidad de capturar la realidad. Como ese momento de mis memorias en que vi al vendedor y que descubrí que era el mismo, a partir del cual mi objetivo aparte de ver los maravillosos paisajes de mundos desconocidos, pueblos con colores rojos y blancos, animales que solo había visto en el zoológico y sus pobladores atrapados en el tiempo, de percibir el olor de la bebida ancestral y de consistencia viscosa y de escuchar el avanzar de la máquina de acero, fue atrapar el regreso del vendedor, saber en que momento volvía y cambiaba de producto.

 

                    Primer intento fallido, el actor regresó con cacahuates, pepitas y huevo cocido, era algo imposible, eso si con otro disfraz, esta vez gorra beisbolera y playera blanca, estaba jugando conmigo. Tal vez tenía varios hermanos gemelos, como Pedro Infante en los tres García, el bueno, el malo y el cura. Se acercaba la hora de la comida, llegaríamos a nuestro destino en ocho horas, así que no se podría escapar.

 

….

                    La llegada del nuevo, ya ni tanto, tren suburbano y la transformación de dicha estación convertida en centro comercial simboliza la madurez que he alcanzado: indiferencia hacia los demás, emociones comercializadas y el adiós a los vendedores ambulantes, los españoles concesionarios de dicha empresa, los prohíben. Se debe ser capaz de aprender a disfrutar en 25 minutos, estas nuevas experiencias de aspecto estéril. Como estos seres de otro planeta, en verdad los vi pero no sé como convencerte, mejor luego le seguimos, ya perdiste varios trenes, y yo tengo que transbordar a la línea dorada.

Comentarios

  1. snif... que recuerdos... y también la bestia de acero se detenía en diferentes pueblitos donde abordaban más alienígenas con tamales oaxaqueños y todo tipo de antojos típicos :´(

    Qué raro que en Fortín de las Flores vendían picaditas... platillo típico... pero hasta donde sé... de unos años para acá ya no hay nada... no sé si porque dejó de pasar el tren... o porque caió un metiorito en ese planetita de caiosama je je je

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